martes, 31 de agosto de 2010

MERCANTILISMO, PROTECCIONISMO Y LIBERALISMO

EL MERCANTILISMO

     El mercantilismo es un conjunto de ideas económicas que considera que la prosperidad de una nación o estado depende del capital que pueda tener, y que el volumen global de comercio mundial es inalterable. El capital, que está representado por los metales preciosos que el estado tiene en su poder, se incrementa sobre todo mediante una balanza comercial positiva con otras naciones (o, lo que es lo mismo, que las exportaciones sean superiores a las importaciones). El mercantilismo sugiere que el gobierno dirigente de una nación debería buscar la consecución de esos objetivos mediante una política proteccionista sobre su economía, favoreciendo la exportación y desfavoreciendo la importación, sobre todo mediante la imposición de aranceles. La política económica basada en estas ideas a veces recibe el nombre de sistema mercantilista.

     Los pensadores mercantilistas preconizan el desarrollo económico por medio del enriquecimiento de las naciones gracias al comercio exterior, lo que permite encontrar salida a los excedentes de la producción.

     Fue la teoría predominante a lo largo de toda la Edad Moderna (desde el siglo XVI hasta el XVIII), época que aproximadamente indica el surgimiento de la idea del Estado Nación y la formación económico social conocida como Antiguo Régimen en Europa Occidental. En el ámbito nacional, el mercantilismo llevó a los primeros casos de intervención y significativo control gubernativo sobre la economía, y fue en este periodo en el que se fue estableciendo gran parte del sistema capitalista moderno. Internacionalmente, el mercantilismo sirvió indirectamente para impulsar muchas de las guerras europeas del periodo, y sirvió como causa y fundamento del imperialismo europeo, dado que las grandes potencias de Europa luchaban por el control de los mercados disponibles en el mundo.

     A partir de esa época, las cuestiones económicas dejan de pertenecer a los teólogos. La Edad Moderna marca un giro con la progresiva autonomía de la economía frente a la moral y la religión así como frente a la política. Esta enorme ruptura se realizará por medio de consejeros de los gobernantes y por los comerciantes.1 Esta nueva disciplina llegará a ser una verdadera ciencia económica con la fisiocracia. Entre los muchos autores mercantilistas, hay que destacar a Martín de Azpilicueta (1492-1586), Tomás de Mercado (1525-1575), Jean Bodin (1530–1596), Antoine de Montchrétien (1576–1621), o William Petty (1623–1687).

     La confianza en el mercantilismo comenzó a decaer a finales del siglo XVIII, momento en el que las teorías de Adam Smith y de otros economistas clásicos fueron ganando favor en el Imperio Británico, y en menor grado en el resto de Europa (con la excepción de Alemania, en donde la Escuela Histórica de Economía fue la más importante durante todo el siglo XIX y comienzos del XX). Adam Smith, que lo critica con dureza en su obra titulada Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (conocida comúnmente como La riqueza de las naciones), califica el mercantilismo como una "economía al servicio del Príncipe".

PROTECCIONISMO

     Se ha atribuido a Abraham Lincoln la siguiente afirmación: Yo no sé gran cosa de aranceles. Lo que sí sé es que cuando compro una chaqueta de Inglaterra, yo me quedo con la chaqueta e Inglaterra con el dinero, mientras que si la compro en Estados Unidos, yo me quedo con la chaqueta y Estados Unidos con el dinero.

     Este razonamiento es un argumento antiguo que utilizaron los escritores mercantilistas de los siglos XVII y XVIII. Estos autores consideraban afortunado aquel país que vendía más bienes de los que compraba, pues una balanza comercial de carácter favorable significaba que entraba oro en el país para pagar su exceso de exportaciones. Los argumentos de los mercantilistas confunden los medios con los fines. Una acumulación de oro o de dinero no tiene porque mejorar el nivel de vida de un país, puesto que el dinero no posee valor en sí mismo, sino por lo que puede comprarse con él en otros países, la mayoría de los economistas, en la actualidad, rechazan la idea de que la recaudación de aranceles para tener un superávit comercial mejora el bienestar económico de un país.

     El proteccionismo es la política económica de restringir el comercio entre los estados, a través de métodos tales como los aranceles sobre las mercancías importadas, restrictivas cuotas , y una variedad de otras regulaciones del gobierno diseñadas para desalentar las importaciones y evitar la toma de posesión extranjera de los mercados nacionales y las empresas. Esta política está estrechamente alineada con anti-globalización, y contrasta con el libre comercio, donde las barreras gubernamentales al comercio ya los movimientos de capital se mantienen al mínimo. El término se utiliza sobre todo en el contexto de la economía, donde el proteccionismo se refiere a las políticas o doctrinas que proteger a las empresas y los trabajadores dentro de un país mediante la restricción o control de su comercio con las naciones extranjeras.

DIFERENCIAS ENTRE EL MERCANTILISMO Y EL LIBERALISMO

     El mercantilismo es pragmático (el fin justifica los medios) y no respeta principios, pues éstos no dependen del gobernante, quien con frecuencia los consideran obstáculos para sus fines. Como su legislación no respeta los derechos individuales (la propiedad, la libertad y los contratos), escasean las plazas de trabajo, la ineficiencia abunda, surgen las economías informales, aumenta la violencia, se arruina el medio ambiente y aumenta la miseria.

     Al contrario del liberalismo, el mercantilismo no es cosmopolita y supone que la riqueza del país consiste en atesorar reservas, en exportar mucho e importar poco. Surgió en el feudalismo de la Edad Media, cuando el comercio se consideraba una cuestión entre los nuevos estado-naciones y no entre las personas. Inglaterra, una pequeña isla, abandonó el mercantilismo en el siglo XIX y surgió como ejemplar potencia económica mundial.

     Bajo el liberalismo, el gobierno respeta la libertad de las personas, limitada solamente por los iguales derechos de los demás; protege la integridad física de las personas (la vida) y sus legítimas posesiones (la propiedad privada), pero deja a las personas libres para buscar su felicidad, en cooperación pacífica con los demás.

     Ni el mercantilismo ni el socialismo logran éxito por las mismas razones, algunas meramente técnicas, otras relacionadas a la ausencia de incentivos constructivos y también por la abundancia de incentivos perversos. Tanto el mercantilismo como el socialismo fomentan que personas y grupos interesados corrompan y controlen al gobierno, también que se enriquezcan sacrificando a los demás. En cambio, bajo un sistema de libertad (limitada por los iguales derechos de los demás, aunque siempre existirán diferencias de riqueza), las personas solamente se pueden enriquecer en el grado que sirven y enriquecen a los demás.

TEORÍAS DEL LIBERALISMO

     Smith postulo la teoría del valor-trabajo, según la cual la fuente única de la riqueza es el trabajo, que ya en las comunidades primitivas determinaba el valor de intercambio de las cosas en función del esfuerzo que hubiera costado conseguirlas: « El trabajo fue el primer precio- el primer dinero de compra-que se pago por todas la cosas.» Según la tesis central de La riqueza de las naciones, la clave del bienestar social está en el crecimiento económico, que se potencia a través de la división del trabajo. La división del trabajo, a su vez, se profundiza a medida que se amplía la extensión de los mercados y por ende la especialización.

     Jean-Baptiste Say en su obra "Ley de los mercado" nos dice que: los productos, en última instancia se intercambian por otros productos. Bautizada posteriormente como Ley de Say, constituye un elemento central de la economía clásica (al ser aceptada por Ricardo y Mill como una de las contribuciones más significativas al pensamiento económico). Su esencia es que, antes de poder demandar bienes hay que haber producido otros bienes para intercambiarlos por los bienes deseados (lo que implica una relación causa-efecto de la oferta hacia la demanda), y su corolario es que no pueden existir períodos prolongados de sobreproducción y subconsumo si el mercado no sufre interferencias.

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